viernes, 14 de septiembre de 2012

EL ARTE DE LA PINZA.




Las mujeres nos caracterizamos física y principalmente por nuestro distinguido aparato reproductor, el pecho, el vello, el pelo en la cabeza que no hace como las hojas de otoño a partir de los 25, y por tener una parte del cuerpo permanentemente congelada.
No funcionan los calcetines de algodón, las colchas o las mantas de sofá. Dan igual las estrategias para calentar los pies, porque sólo una es efectiva aunque sea la acción más vil y egoísta que existe.
Cuando inicias una relación, es la letra pequeña del contrato, un punto no estipulado pero al que inevitablemente tu hombre está obligado a servir. 
La primera vez es sutil, os tumbáis juntos y tú con esos témpanos por pies, buscas un hueco entre sus piernas, contra sus muslos (cuadriceps, como quieren que los llamemos), o le echas imaginación, este acto permite innovar más que el Kamasutra.
Él pasa por todas las fases, de la negación a la rabia, con grito desgañitado ante el primer contacto, pero acaba en la aceptación porque como va a negarte a ti, la mujer de su vida, el calor para evitar que se te caigan los dedos.
Ha cometido un error porque él te da la mano y tú le coges el brazo, como los monstruos de ciencia ficción conviertes en un hábito robarle la energía vital. Le pides, es más, le exiges que te deje meter los pies congelados entre sus piernas y al final lo extiendes a otros miembros como las manos o la nariz también propensos a visitar el ártico.
El arte de la pinza está muy arraigado en la sociedad y procede de nuestro instinto femenino. Pensad que quizás se merecen una cenita por tantas veces que de manera altruista dejan que los utilicemos como objeto, ni siquiera sexual (para eso no oponen resistencia).

jueves, 13 de septiembre de 2012

VIRILIDAD EMBOTELLADA

- No puedo abrir el bote, ¡Necesito un hombre!-
Y movido por un resorte, visto y no visto, te lo quita de las manos.
Da igual si eres guapa o fea, la importante no eres tú. El quid de la cuestión reside en que sólo si consigue abrir el bote será un hombre.

Si no lo consigue, aunque cualquiera diría que sigue teniendo pito, él siente que fracasa y se deprime. Mientras, el colega más cercano, como si fuera la espada en la roca, intenta quitárselo para probar suerte.

Si lo consigue, te lo devuelve con una mirada de orgullo, un “ya está”, una sonrisa y el pecho hinchado como un pavo.
Con este tipo de cosas dejáis a Rudyard Kipling con un punto en la boca,”Serás un hombre, hijo mío”.





Por si no lo conocéis, aquí tenéis el poema “Si…” de Rudyard Kipling ¡Disfrutadlo y sed felices! 

Si puedes conservar la cabeza cuando a tu alrededor
todos la pierden y te echan la culpa;
si puedes confiar en tí mismo cuando los demás dudan de tí,
pero al mismo tiempo tienes en cuenta su duda;
si puedes esperar y no cansarte de la espera,
o siendo engañado por los que te rodean, no pagar con mentiras,
o siendo odiado no dar cabida al odio,
y no obstante no parecer demasiado bueno, ni hablar con demasiada sabiduria...

Si puedes soñar y no dejar que los sueños te dominen;
si puedes pensar y no hacer de los pensamientos tu objetivo;
si puedes encontrarte con el triunfo y el fracaso (desastre)
y tratar a estos dos impostores de la misma manera;
si puedes soportar el escuchar la verdad que has dicho:
tergiversada por bribones para hacer una trampa para los necios,
o contemplar destrozadas las cosas a las que habías dedicado tu vida
y agacharte y reconstruirlas con las herramientas desgastadas...

Si puedes hacer un hato con todos tus triunfos
y arriesgarlo todo de una vez a una sola carta,
y perder, y comenzar de nuevo por el principio
y no dejar de escapar nunca una palabra sobre tu pérdida;
y si puedes obligar a tu corazón, a tus nervios y a tus músculos
a servirte en tu camino mucho después de que hayan perdido su fuerza,
excepto La Voluntad que les dice "!Continuad!".

Si puedes hablar con la multitud y perseverar en la virtud 
o caminar entre Reyes y no cambiar tu manera de ser;
si ni los enemigos ni los buenos amigos pueden dañarte,
si todos los hombres cuentan contigo pero ninguno demasiado;
si puedes emplear el inexorable minuto
recorriendo una distancia que valga los sesenta segundos
tuya es la Tierra y todo lo que hay en ella,
y lo que es más, serás un hombre, hijo mío.